Ana Fernández: ‘Espíritus animales: ilusión monetaria’
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Los espíritus animales como factores psicológicos en la toma de decisiones financieras
Dentro de las finanzas, existe una corriente (a menudo olvidada) que explica la manera en la que influyen los factores psicológicos en la toma de decisiones de los agentes participantes en la economía. Estos son los espíritus animales o animal spirits, concepto puesto de manifiesto por primera vez por el economista John Maynard Keynes en su libro «Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936)». En esta obra, el economista Keynes hablaba de la confianza como único espíritu animal.
Posteriormente, ya en el año 2009, los economistas Akerlof y Shiller introducen cuatro fenómenos psicológicos adicionales que actúan sobre el ciclo económico, a modo de espíritus animales: equidad, corrupción, historias de la tradición oral e ilusión monetaria.
Centrándonos en la ilusión monetaria, ésta se podría definir como la sensación que tienen los agentes económicos de haber aumentado su capacidad adquisitiva al haber experimentado un aumento del salario nominal. Grosso modo y dejándonos llevar por la conducta irracional que nos caracteriza, esto podría llevarnos a pensar en una lectura inicial de que “somos más ricos”.
Esta primera lectura, muy común y extendida, es sencillamente otro patrón de comportamiento que todo ser humano experimenta cuando se enfrenta un aumento salarial. El error que se deriva aquí es, principalmente, que psicológicamente nos quedamos con el simple hecho de tener más unidades monetarias, percibimos más salario nominal y no lo relativizamos, cuando la verdadera medición para determinar cuán ricos somos ahora es fijarnos en el salario real.
Esto es, la falta cometida es que no ajustamos nuestro nuevo salario nominal a la inflación, para determinar el salario real que nos va a permitir determinar los bienes que engrosan nuestra cesta de la compra. En determinadas ocasiones, un aumento del salario nominal puede incluso llegar a producir una pérdida de la capacidad adquisitiva real.
La razón por la cual debemos fijarnos en el salario real es debido a que este medidor es el que tiene en cuenta la influencia de la inflación, es decir, el aumento de precios de la economía para determinar la auténtica capacidad adquisitiva y si realmente, nuestra percepción psicológica de mayor riqueza que nos aporta este nuevo salario nominal es solo una percepción o, efectivamente, no es una mera sensación si no una realidad.
En este contexto, el comportamiento irracional sería no incorporar el efecto de la inflación en las previsiones del aumento salarial. Hoy en día, cada vez somos más conscientes de los cambios de valor de una unidad monetaria (en nuestro caso, un euro) y las consecuencias que derivan en nuestra capacidad adquisitiva.
Alcance de la ilusión monetaria y las emociones
Así todo, debemos ser conscientes de que la ilusión monetaria no sólo influye en nuestro salario, si no también en nuestras inversiones. Por ejemplo, en una cartera de bonos cuyo valor nominal permanece inalterable y en un escenario de precios al alza (inflación), los tipos de interés tienden a aumentar. Si los tipos de interés aumentan, el precio de los bonos cae, de lo que se deduce que nuestra cartera de bonos, en términos reales, ha disminuido de valor. Esta relación es a menudo muy difícil de interiorizar y los inversores de renta fija (generalmente) pasan por alto esta relación, sin ser conscientes de la pérdida real que está sufriendo su cartera de bonos dejándose llevar por el comportamiento irracional de la ilusión monetaria.
Este fenómeno no solo afecta a la determinación de los salarios y a la evolución de nuestras inversiones, influye en todos los aspectos cotidianos que llevan asociadas decisiones económicas, llevándonos a conclusiones erróneas. Un ejemplo muy ilustrativo y común en nuestras conversaciones ‘de la calle’ es la comparación de lo que se podía comprar antes con un billete de 1.000 pesetas. En términos reales, ese billete de 1.000 pesetas, ajustándolo por la inflación de, por ejemplo, el año 1990 (IPC anual 1990: 6,55%), equivalía a 934 pesetas. (5,61 euros). Hoy en día, ese billete de 1.000 pesestas, ajustándolo por el IPC anual 2013 (0,3%), equivaldría a 997 pesetas (5,99 EUR).
Haciendo un análisis sensiblemente más profundo que la mera observación y percepción, ese billete de 1.000 pesetas, incluso pasado a euros y en términos reales, ‘vale’ más hoy que por aquel entonces. Este hecho ejemplifica cómo la ilusión monetaria nos juega malas pasadas en nuestros análisis y cómo influye sentimiento económico de la población… por lo que la ilusión monetaria es precisamente eso, una ilusión que nos lleva a distorsionar nuestra percepción económica.